Llevar electricidad donde no la hay. Ese fue, ha sido y es el lema de Bornay, una Marca España, nacida hace 50 años en Castalla (Alicante), que se adelantó a su tiempo, allá a finales de los 60; o una marca que sigue hoy adelantada, en pos del horizonte en Chile, China y Tanzania; en la Antártida, Miami y el Nepal. Juan Bornay es un inventor de aerogeneradores que empezó hace ya medio siglo, en un taller mecánico, a buscarle las vueltas al viento, con alternadores de furgonetas y camiones y con la fe que da el ingenio. 

El mecánico que supo ver el viento

 

Mediada la década prodigiosa, el ministro Fraga (Información y Turismo) se bañaba en la playa de Palomares (enero del 66) para mostrar que (1) la caída accidental de cuatro bombas nucleares estadounidenses (que afortunadamente no explotaron) no había tenido mayores consecuencias en aquel rincón de la provincia de Almería y para demostrar que (2) el turismo incipiente de la España de Sol y playa no tenía por qué preocuparse. Sí, corría la década prodigiosa (1967) cuando el Tribunal Supremo ilegalizaba al sindicato Comisiones Obreras en España; un boxeador, Casius Clay, se declaraba objetor de concencia (y se negaba a ir a la Guerra de Vietnam); y el Che Guevara moría asesinado (octubre) en la intrincada selva boliviana. Apenas unos meses después, mayo veía la luz en París (mayo del 68) y… Juan Bornay (Castalla, 1949) empezaba a fabricar su primer aerogenerador. “Construirlo me llevó casi dos años: 1968-1969”.

Sí, era otro mundo; y sí, eran otros tiempos.

Juan, mecánico a la sazón, había visto en Albacete (a unos 40 kilómetros de su casa) “unos molinos que eran dinamos que producían energía y que despertaron mi curiosidad” y…

Así empezó todo, así empezó Bornay mediada la década prodigiosa, hace ahora 50 años. “La idea surge porque el campo de mi entorno se estaba quedando vacío por falta de energía”, me cuenta.

España vaciada… pienso.

Sí, Juan Bornay descubrió la España vaciada 50 años antes que el Ministerio para la Transición Ecológica “y el Reto Demográfico” (que a esa cartera acaban de ponerle ese otro apellido), y se puso manos a la obra. Se puso a desarrollar una solución que proporcionase electricidad a su gente.

País, paisaje y paisanaje.

Lo cuenta la responsable del área de Comunicación de Bornay, Carolina Hernández: “Juan quería que en las casas alejadas de los núcleos urbanos pudiera haber un frigorífico, una estufa, una cocina o un televisor. Y así fue cómo comenzó a desarrollar su sueño”.

 

 

En casa y en familia. Ese fue el principio. Así fue como Bornay empezó a plantear sus primeros ensayos, con piezas que modificaba y combinaba de diferentes alternadores de vehículos, con pruebas en entornos conocidos, en la casa de unos familiares, en la finca de unos vecinos. Con su mujer, Mila, en el área de composites, realizando el interior de las palas del aerogenerador; con su hermano pequeño ayudándole con la construcción y el montaje de los equipos [a la derecha, Juan de Dios Bornay, a los pies de un aerogenerador ideado por su padre]. Con las manos, con su sueño, con su gente… y sin Internet, en la España del NoDo, la que empezaba a vaciarse, la amordazada aún por un régimen que pensaba más en el turismo de Sol y playa que en la investigación y el desarrollo.

“En ese contexto y con esos pocos medios nació la primera máquina”, apunta Hernández. Y sí, así es como el inventor y compañía van consolidando su propuesta… hasta llegar a cierta feria aragonesa.

Y ahí encuentra, en Zaragoza, su otro principio. Juan Bornay acude en 1980 a la feria de esa ciudad y unos visitantes profesionales procedentes de Argentina se interesan por el equipo. Es así como comienza su primera aventura exportadora. Las ferias de los 80 y los 90 se convierten de inmediato en puertas de salida al exterior. Como la que BMW organiza en Alemania, en 1999, para mostrar sus primeros vehículos de… hidrógeno. El fabricante de automóviles le pide a Bornay exhiba en aquella presentación mundial sus miniaerogeneradores durante el evento. Es otro de los grandes hitos de la internacionalización.

Pero hay otro “secreto” en la dimensión global del mecánico de Castalla: su habilidad como radioaficionado, una pasión, una pericia, que acabará llevando a Bornay a rincones remotos. Así, a través de conversaciones con personas del Congo y de Tanzania, Juan, casi sin proponérselo, comienza a materializar proyectos que acaban convertidos en hitos clave para la empresa, que empieza a exportar tecnología made in Castalla a un colegio, una iglesia, un consultorio médico…

Hasta que llega Venezuela, donde el fabricante español da un paso más allá y se convierte en socio tecnológico de una empresa que construirá una fábrica similar a la de Castalla y que durante años se dedicaría a la fabricación y mantenimiento de aerogeneradores Bornay en ese país.

Y, así, va pasando el tiempo, hasta que llega el año 2017, último hito clave de la internacionalización de la empresa. Bornay elige Miami, en los Estados Unidos, para conquistar América. La selección geográfica no es casual. Antes al contrario, el fabricante elige Florida porque, aunque es evidentemente territorio estadounidense, permite, habida cuenta de su dimensión profundamente hispana, “atender las necesidades del continente americano al completo”.

El proceso de internacionalización –reconocen en la empresa– está siendo “más complejo de lo planificado: llegar a un país donde nadie te conoce, siendo una pyme, es complicado”. A pesar de ello, la pyme de Castalla “ha conseguido ya introducir la marca en el país, que la gente conozca los aerogeneradores Bornay, y ha logrado hacerse con una base de clientes que hay que consolidar y seguir ampliando”, apunta Hernández.

Esta última etapa está marcada así mismo por el relevo generacional. En 2006, Juan de Dios Bornay, hijo del fundador, entra en la empresa, en la que va adquiriendo cada vez más responsabilidades. Hasta que, en torno al año 2010, asume al fin la dirección de la compañía, en la que también entrará Raquel Bornay, su hermana. Con Juan de Dios en la Dirección y Raquel en Administración, Bornay decide abrir otras líneas de negocio que permiten a la empresa continuar con su crecimiento.

El fabricante suma así a su actividad tradicional –el desarrollo, fabricación y comercialización de miniaerogeneradores de entre 600 y 6.000 vatios– una segunda línea de negocio muy potente: la distribución. Así, Bornay se define hoy como “fabricante de una amplia gama de aerogeneradores y distribuidor de todos los elementos necesarios para el autoconsumo eléctrico”.

Para reforzar ambas líneas de actividad, Bornay hijo ha potenciado (1) el área de I+D de la compañía (área que ha desarrollado por ejemplo –presumen en la empresa– “el mejor regulador que un aerogenerador puede tener en la actualidad”); y (2) el departamento técnico: “todos los productos de otros fabricantes que distribuimos –dejan claro en la empresa– son testados por el departamento técnico antes de que aceptemos su distribución”.

 

 

Así las cosas, y 50 años después de su fundación, Bornay tiene repartidos por 70 países alrededor de 8.000 aerogeneradores, expuestos a condiciones meteorológicas extremas en muchos lugares, desde las bases españolas de la Antártida, adonde aterrizaron los miniaerogeneradores de la empresa de Castalla en los 80 (allí siguen sus máquinas, generando electricidad donde antes no llegaba), hasta la isla Robinson Crusoe o el Cabo de Hornos, en el más remoto Sur de Chile; o el desierto del Chad, en África Central. Establecimientos todos en los que la robustez de la que presumen los miniaerogeneradores Bornay se ha hecho legendaria.